Nuevo Testamento
La Palabra de Dios para Todos
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Nuevo Testamento
La Palabra de Dios para Todos
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Texto bíblico tomado del Nuevo Testamento,
La Palabra de Dios para Todos (PDT)
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ISBN 13
Índice
Abreviaciones
de los libros del Nuevo Testamento
Prefacio
Esta versión del Nuevo Testamento tiene como objetivo presentar una traducción que comunique el significado del texto original de manera agradable y de fácil lectura. Para tal fin, hemos seguido principios de traducción que producen en nuestro idioma una equivalencia fiel y actual del mensaje original.
Este deseo de conseguir una comunicación eficaz toma muy en cuenta la importancia de la fidelidad al texto original, entendida como la representación fiel del mensaje divino. Una traducción fiel no consiste simplemente en buscar equivalentes en un diccionario, sino que es el proceso de expresar el mensaje original de una manera tan efectiva y natural como lo expresaron los escritores originales en su época. Asimismo, una traducción fiel no sólo debe expresar el mismo significado, sino también tener la misma relevancia, atraer el mismo interés y causar el mismo impacto que tuvo el original.
El estilo utilizado por los escritores de la Biblia, especialmente por los del Nuevo Testamento, demuestra su deseo de comunicarse de una manera eficaz. Por esta razón, los traductores de esta versión consideraron como un modelo a seguir el estilo sencillo que utilizaron los escritores bíblicos, esforzándose por presentar a su audiencia el significado del texto bíblico de una manera simple y natural. El lenguaje de esta traducción, en lugar de ser una barrera para la comprensión, es un medio para que cualquier lector descubra el mensaje de la Biblia. Esto la hace ideal para las personas que no tienen un trasfondo religioso, para los niños y jóvenes, para nuevos lectores y también para aquellos que están aprendiendo español como segunda lengua.
En cuanto al texto en griego que se usó en esta versión fue el del Nuevo Testamento en griego publicado por las Sociedades Bíblicas Unidas (la cuarta edición revisada, 1993) y el Nestle-Aland Novum Testamentum Graece (vigesimoséptima edición, 1993). Las variantes ocasionales de las ediciones impresas mencionadas se hicieron en atención a los nuevos descubrimientos de la más reciente erudición bíblica.
En los contextos que sugieren una audiencia judía, se emplea «Mesías», palabra hebrea que tiene el mismo significado que la palabra griega christos. En los contextos que sugieren una audiencia principalmente no-judía, se emplea «Cristo».
La versión La Palabra de Dios para Todos busca que el texto se comprenda mejor, que se aclaren dudas y que se exprese el pensamiento del autor en palabras fáciles de entender. Las palabras o frases que requieren una explicación más amplia aparecen con una letra minúscula (a) y se explican en una nota al pie de página. Las palabras o frases que requieren explicación y aparecen con frecuencia se explican en la sección de vocabulario al final del libro.
En los evangelios, o sea los cuatro primeros libros del Nuevo Testamento, los subtítulos van generalmente seguidos de referencias cruzadas para indicar que el material que se encuentra en esa sección se puede encontrar en los otros evangelios.
Introducción
La palabra Biblia viene de una palabra griega que significa «libros» y, de hecho, la Biblia consta de dos colecciones de libros: el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento. La palabra traducida testamento significaba pacto o convenio. Se refiere a la promesa de Dios de bendecir a su pueblo. El Antiguo Testamento es la colección de escritos relacionados con el pacto que Dios hizo con el pueblo judío (Israel) en el tiempo de Moisés. El Nuevo Testamento es la colección de escritos relacionados con el pacto hecho por Dios con todos los que creen en Jesucristo.
Los escritos del Antiguo Testamento hablan sobre las grandes obras de Dios para los judíos y revelan su plan de usar a ese pueblo para llevar sus bendiciones a todo el mundo. Esos escritos hablan de la esperanza de la llegada de un Salvador (o «Mesías») que Dios enviaría para cumplir su plan. Los escritos del Nuevo Testamento son una continuación de la historia del Antiguo Testamento. Describen la llegada de ese Salvador, Jesucristo, y su significado para toda la humanidad. El Antiguo Testamento da las bases necesarias para entender el Nuevo Testamento, donde se completa la historia de salvación que comenzó en el Antiguo Testamento.
EL ANTIGUO TESTAMENTO
El Antiguo Testamento es una colección de treinta y nueve libros diferentes, escritos por distintos autores principalmente en hebreo, el idioma del antiguo Israel. Tiene unas partes escritas en arameo, el idioma oficial del imperio babilónico. Partes del Antiguo Testamento fueron escritas hace casi 3.500 años y pasaron más de 1.000 años entre la escritura del primer y el último libro. En esta colección hay libros de leyes, historia, prosa, canciones, poesía y enseñanzas de hombres sabios.
El Antiguo Testamento se divide con frecuencia en tres secciones principales: la Ley, los Profetas y los Escritos Sagrados. La Ley contiene cinco libros llamados «Los cinco libros de Moisés»: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. El libro de Génesis habla sobre la creación del mundo, el primer hombre y la primera mujer, y su primer pecado contra Dios. Habla también sobre el gran diluvio y la familia que Dios salvó en ese momento y sobre los inicios de la nación de Israel, el pueblo que Dios eligió para un propósito especial.
La historia de Abraham
Dios hizo un pacto con Abraham, un gran hombre que tenía mucha fe. En ese pacto, Dios prometió convertir a Abraham en el padre de una gran nación y darles a él y a sus descendientes la tierra de Canaán. Abraham fue circuncidado para demostrar que aceptaba el pacto y la circuncisión se convirtió en la prueba del pacto entre Dios y su pueblo. Abraham no sabía cómo Dios iba a cumplir lo que había prometido, pero confiaba en él y eso le agradaba mucho a Dios.
Dios le dijo a Abraham que abandonara su casa entre los hebreos de Mesopotamia y lo guió a Canaán (también llamada Palestina), la tierra prometida. Cuando ya era viejo, Abraham tuvo un hijo al que llamó Isaac. Isaac tuvo un hijo llamado Jacob. Jacob (también llamado Israel) tuvo doce hijos y una hija. Esta familia se convirtió en la nación de Israel, pero nunca olvidó que al comienzo eran una familia. Siguió refiriéndose a ella misma como las doce tribus de Israel, descendientes de los doce hijos de Jacob: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Dan, Neftalí, Gad, Aser, Isacar, Zabulón, José y Benjamín. Los tres antepasados más importantes, Abraham, Isaac y Jacob (Israel) son conocidos como los «padres» o «patriarcas» de Israel.
Abraham también fue un «padre» en otro sentido. Muchas veces en el antiguo Israel, Dios llamaba a ciertas personas para que hablaran en su nombre. Esas personas especiales, o profetas, eran los representantes de Dios ante el resto de su pueblo. A través de los profetas, Dios enviaba al pueblo de Israel promesas, advertencias, leyes, enseñanzas, lecciones tomadas de experiencias pasadas y lecciones basadas en eventos futuros. Abraham, «el hebreo», es el primer profeta mencionado en las Escrituras.
Israel es liberado de la esclavitud
La familia de Jacob (Israel) creció hasta incluir a cerca de setenta de sus descendientes directos. Uno de sus hijos, José, se convirtió en un alto funcionario en Egipto. La época era difícil, así que Jacob y su familia se trasladaron a Egipto, donde había comida en abundancia y la vida era más fácil. Esta familia de hebreos creció hasta convertirse en una pequeña nación, y el faraón, el rey de Egipto, los hizo esclavos. El libro del Éxodo habla sobre cómo finalmente, después de cuatrocientos años, Dios usó al profeta Moisés para liberar al pueblo de Israel de la esclavitud en Egipto y llevarlos de regreso a Palestina. El precio de la libertad fue alto, pero fueron los egipcios los que tuvieron que pagarlo. El Faraón y todas las familias de Egipto perdieron a sus primogénitos (primer hijo de la familia) antes de que el Faraón finalmente aceptara liberar a los israelitas. El primogénito tenía que morir para que el pueblo pudiera ser liberado. Más adelante, el pueblo de Israel conmemoraría esto de muchas maneras en su adoración y en sus sacrificios.
El pueblo de Israel estaba listo para su viaje a la libertad. Se habían vestido para escapar de Egipto. Cada familia mató y asó un cordero y untaron la sangre del cordero en sus puertas como una señal especial para Dios. Rápidamente hornearon pan sin levadura y comieron su cena. Esa noche el ángel del Señor vino al mundo. Si la sangre del cordero no estaba untada en la puerta de alguna casa, moriría el primogénito de esa familia. El pueblo de Israel fue liberado, pero cuando iban a salir de Egipto, el Faraón cambió de opinión. Envió a su ejército a que capturara a los esclavos israelitas y los trajera de vuelta, pero Dios salvó a su pueblo. Abrió el Mar Rojo, guió a su pueblo hacia la libertad que estaba en la otra orilla y destruyó al ejército de Egipto que los perseguía. Luego, en algún lugar de la Península Arábica, en una montaña en el desierto del Sinaí, Dios hizo un pacto especial con ese pueblo.
La ley de Moisés
El rescate de los israelitas por parte de Dios y su pacto con ellos en Sinaí distinguieron a esta nación de todas las demás. Ese pacto contenía promesas y leyes para el pueblo de Israel. Una parte del pacto, conocida como los Diez Mandamientos, fue escrita por Dios en dos tablas de piedra y fue entregada al pueblo. Estos mandamientos contienen los principios básicos para la vida que Dios esperaba que los israelitas vivieran. Contienen las obligaciones de los israelitas para con su Dios, su familia y los demás.
Los Diez Mandamientos y el resto de las reglas y enseñanzas que fueron dadas en el Monte Sinaí se conocieron como «la ley de Moisés» o simplemente «la ley». Muchas veces estos términos son usados para referirse a los primeros cinco libros de las Escrituras y, con frecuencia, a todo el Antiguo Testamento.
Además de los Diez Mandamientos y otras reglas de conducta, la ley de Moisés contiene reglas acerca de los sacerdotes, los sacrificios, la adoración y los días sagrados. Estas reglas se encuentran en el libro de Levítico. De acuerdo con la ley de Moisés, todos los sacerdotes y sus ayudantes venían de la familia de Leví. Estos ayudantes eran llamados levitas y el sacerdote más importante era llamado el sumo sacerdote.
La ley incluye instrucciones para construir la carpa sagrada (el tabernáculo), o lugar de reunión, a donde los israelitas iban a adorar a Dios. También tiene instrucciones para hacer todas las cosas que iban a ser usadas en la adoración. Esto preparó a los israelitas para la construcción del templo, el edificio sagrado que quedaba en Jerusalén sobre el monte Sion, a donde la gente iría más tarde a adorar a Dios. Las reglas acerca de los sacrificios y la adoración hacían que las personas se dieran cuenta de que ellos pecaban en contra de Dios y en contra de los demás, pero también les daban una manera de ser perdonados y reconciliados con los demás y con Dios. Estos sacrificios preparaban el camino para un mejor entendimiento del sacrificio que Dios planeaba para toda la humanidad.
La ley contenía instrucciones para celebrar varios días sagrados o fiestas religiosas. Cada una tenía su propio significado. Algunas fiestas religiosas eran ocasiones alegres para celebrar momentos especiales del año, como la fiesta de la Primera Cosecha (Pentecostés o fiesta de las Semanas), y la fiesta de las Enramadas o de las Cabañas (fiesta de los Tabernáculos).
Algunas fiestas religiosas se celebraban para recordar las obras maravillosas que Dios había hecho por su pueblo. Una de ellas era la Pascua, en la que cada familia revivía la huida de Egipto. La gente entonaba canciones de alabanza a Dios, sacrificaba un cordero y preparaba una cena. Cada copa de vino y bocado de comida recordaba a la gente lo que Dios había hecho para salvarlos de una vida de dolor y tristeza.
Otras fiestas religiosas eran muy serias. Cada año, en el día de la Expiación, la gente debía recordar todas las cosas malas que les habían hecho a los demás y a Dios. Este era un día de tristeza y nadie comía, pero ese día el sumo sacerdote ofrecía sacrificios especiales para perdonar o expiar sus pecados.
El pacto entre Dios e Israel era muy importante para los escritores del Antiguo Testamento. Casi todos los libros de los Profetas y los Escritos Sagrados están basados en el hecho de que la nación de Israel y cada uno de sus ciudadanos habían hecho un pacto muy especial con su Dios. Lo llamaban el pacto del Señor o simplemente el pacto. Sus libros de historia interpretan eventos a la luz del pacto: Si una persona o una nación era fiel a Dios y al pacto, Dios la recompensaba. Si abandonaba el pacto, Dios la castigaba. Dios envió a sus profetas para recordarle a la gente su pacto con Dios. Los poetas de Israel hablaban sobre las cosas maravillosas que Dios había hecho por su pueblo obediente y se lamentaban por el dolor y los castigos que sufrían los que lo desobedecían. Estos escritores basaban sus conceptos del bien y del mal en la enseñanza del pacto y cuando algún inocente sufría, los poetas luchaban por entender la razón.
El reino de Israel
La historia del antiguo Israel es la historia de un pueblo que abandona a Dios y al que Dios rescata; la historia de un pueblo que regresa a Dios y que con el tiempo, lo abandona de nuevo. Este ciclo comenzó inmediatamente después de que el pueblo aceptara el Pacto de Dios y se repitió una y otra vez. En el Monte Sinaí, el pueblo de Israel aceptó seguir a Dios y luego se rebeló, por lo que fue obligado a vagar en el desierto durante cuarenta años. Finalmente, Josué, el ayudante de Moisés, guió al pueblo a la tierra prometida. Hubo una conquista inicial y un poblamiento parcial de la tierra de Israel. Durante los primeros siglos después de este poblamiento, el pueblo fue gobernado por líderes locales llamados jueces.
Con el tiempo, el pueblo quiso tener un rey. El primer rey fue Saúl. Él no obedecía a Dios, así que Dios eligió a un pastor llamado David para que fuera el nuevo rey. El profeta Samuel vino y derramó aceite sobre la cabeza de David y lo nombró rey de Israel. Dios prometió a David que los futuros reyes de Israel serían descendientes de la familia de Judá. David conquistó la ciudad de Jerusalén y la hizo su capital y futura sede del templo. Organizó a los sacerdotes, los profetas, los compositores de canciones, los músicos y los cantantes para la adoración en el templo. David incluso compuso muchas de las canciones (o salmos), pero Dios no le permitió construir el templo.
Cuando David ya estaba viejo y a punto de morir, nombró rey de Israel a su hijo Salomón. David le advirtió a su hijo que siguiera siempre a Dios y obedeciera el pacto. Como rey, Salomón construyó el templo y engrandeció a Israel. En esta época, Israel alcanzó su máximo esplendor. Salomón se hizo famoso e Israel se hizo una nación poderosa.
Judá e Israel, el reino dividido
Cuando Salomón murió, estalló una guerra civil y la nación se dividió. Las diez familias del norte se dieron el nombre de Israel y las familias del sur se dieron el nombre de Judá (el término moderno judío viene de ese nombre). Judá permaneció fiel al pacto y la dinastía de David continuó gobernando en Jerusalén hasta que Judá fue finalmente conquistada y su pueblo llevado lejos al exilio por los babilonios.
En el reino del norte (Israel) gobernaron varias dinastías porque la gente no siguió el pacto. Los reyes de Israel tuvieron varias ciudades capitales en diferentes épocas, la última de las cuales fue la ciudad de Samaria. Para fortalecer su dominio sobre el pueblo, los reyes de Israel cambiaron la manera de adorar a Dios. Nombraron nuevos sacerdotes y construyeron dos nuevos templos: uno en Dan (en la frontera norte de Israel) y el otro en Betel (a lo largo de la frontera de Israel con Judá). En este tiempo hubo muchas guerras entre Israel y Judá.
Durante esta época de guerra civil y dificultades, Dios envió muchos profetas a Judá y a Israel. Algunos profetas eran sacerdotes, otros eran campesinos, unos eran consejeros de los reyes y otros vivían una vida mucho más simple. Varios profetas escribieron sus enseñanzas o profecías; muchos otros no lo hicieron, pero todos llegaron anunciando la justicia, la bondad y la necesidad de depender de Dios para obtener su ayuda.
Muchos profetas advirtieron que el pueblo sería derrotado y destruido si no se volvía a Dios. Algunos de estos profetas tuvieron visiones de glorias futuras al igual que de castigos futuros. Muchos de ellos esperaban con ansiedad el momento en que llegaría un nuevo rey a gobernar. Algunos vieron a este rey como un descendiente de David que guiaría el pueblo de Dios a una nueva época dorada; algunos decían que este rey gobernaría por siempre en un reino eterno; otros, lo vieron como un siervo que sufriría mucho para poder llevar a su pueblo de nuevo con Dios. Pero todos lo vieron como el Mesías, el elegido por Dios para traer la nueva época.
La destrucción de Israel y Judá
El pueblo de Israel no escuchó las advertencias de Dios, así que en el año 722‑721 antes de Cristo, Samaria cayó ante la invasión de los asirios. Los israelitas fueron sacados de sus casas y esparcidos por todo el imperio asirio, alejados para siempre de sus paisanos de Judá. Luego, los asirios trajeron pueblos extranjeros para que poblaran la tierra de Israel. Ellos aprendieron la religión de Judá e Israel, y muchos trataron de seguir el pacto. A ellos se les conoce como los samaritanos. Los asirios trataron de invadir Judá y tomaron muchas ciudades, pero Dios salvó a Jerusalén. El derrotado rey de Asiria regresó a su tierra donde fue asesinado por dos de sus hijos. Así fue como se salvó Judá.
Por un corto período, el pueblo de Judá cambió y la gente comenzó a obedecer a Dios, pero finalmente también fueron derrotados y expatriados. La nación de Babilonia se hizo poderosa e invadió Judá. Al principio, sólo tomaron cautivos unos cuantos personajes importantes, pero pocos años después, en el año 587‑586 antes de Cristo, regresaron a destruir a Jerusalén y al templo. Algunos judíos escaparon a Egipto, pero la mayoría fueron llevados como esclavos a Babilonia. Nuevamente, Dios envió profetas al pueblo y ellos comenzaron a escuchar. Parece que la destrucción del templo y de Jerusalén y el exilio en Babilonia provocaron un verdadero cambio en el pueblo. Los profetas hablaron más y más sobre el nuevo rey y su reino. Jeremías, uno de los profetas, llegó incluso a hablar de un nuevo pacto. Este nuevo pacto no estaría escrito en tablas de piedra, sino en el corazón del pueblo de Dios.
Los judíos regresan a Palestina
Entretanto, Ciro llegó al poder en el imperio medo-persa y conquistó Babilonia. Ciro permitió al pueblo judío regresar a su patria, así que después de 70 años de exilio, muchos ciudadanos de Judá regresaron a casa. Trataron de reconstruir su nación, pero Judá seguía siendo pequeña y débil. Reconstruyeron el templo, aunque no quedó tan hermoso como el que había construido Salomón. Muchos de los que se volvieron sinceramente a Dios comenzaron a estudiar la ley, los escritos de los profetas y los otros escritos sagrados. Muchos se convirtieron en escribas que hacían copias de las Escrituras. Con el tiempo, estos hombres organizaron escuelas para estudiar las Escrituras. Los judíos comenzaron a reunirse en el Sabat (el día sábado) para estudiar, orar y adorar a Dios juntos. En sus sinagogas (lugares de reunión) estudiaban las Escrituras y mucha gente comenzó a esperar la llegada del Mesías.
En Occidente, Alejandro el Grande obtuvo el control de Grecia y pronto conquistó el mundo. Llevó el idioma, las costumbres y la cultura de Grecia a muchas partes del mundo. Cuando murió, su reino se dividió y pronto nació otro imperio que ganó el control de una gran parte del mundo conocido, incluyendo Palestina, donde vivía el pueblo de Judá.
Los nuevos gobernantes, los romanos, eran crueles y duros, y los judíos eran orgullosos y rebeldes. En esa época llena de problemas había muchos judíos esperando la pronta llegada del Mesías. Los judíos querían ser gobernados sólo por Dios y por el Mesías que él había prometido enviar. No comprendían que Dios planeaba salvar al mundo a través del Mesías. Pensaban que el plan de Dios era salvar a los judíos del mundo. Algunos judíos se contentaban con esperar a que Dios enviara el Mesías, pero otros estaban llenos de celo por la causa de Dios y de patriotismo por la nación judía. Gente con esta características terminó formando años más tarde un grupo llamado zelotes. Los zelotes trataron de luchar contra los romanos y con frecuencia mataban a otros judíos que colaboraban con los invasores romanos.
Los grupos religiosos judíos
Hacia el primer siglo antes de Cristo, la ley de Moisés se había vuelto muy importante para los judíos, ellos habían estudiado y discutido la ley. Aunque la entendían de diferentes maneras, muchos judíos estaban dispuestos a morir por ella. Había tres grupos religiosos principales entre los judíos. En cada grupo había escribas (abogados o maestros).
Los saduceos. Uno de esos grupos se llamaba los saduceos. Probablemente, este nombre viene del nombre Sadoc, el sumo sacerdote en la época del rey David. Muchos de los sacerdotes y las personas con autoridad eran saduceos. Estos hombres aceptaban sólo la ley (los cinco libros de Moisés) como su autoridad en asuntos religiosos. La ley enseñaba muchas cosas acerca de los sacerdotes y los sacrificios, pero no enseñaba nada acerca de la vida después de la muerte, así que los saduceos no creían que hubiera vida después de la muerte.
Los fariseos. Otro grupo se llamaba los fariseos. Este nombre viene de una palabra hebrea que significa interpretar (explicar) o separar. Estos hombres trataban de enseñar o interpretar la ley de Moisés a la gente común. Los fariseos creían que había una tradición oral que se originaba en el tiempo de Moisés y creían que los hombres de cada generación podían interpretar la ley de una forma que les permitiera satisfacer sus necesidades. Esto significaba que los fariseos aceptaban como su autoridad no sólo la ley de Moisés, sino también a los profetas, los escritos sagrados y hasta sus propias tradiciones. Estos hombres trataban de seguir la ley y sus tradiciones, así que eran muy cuidadosos con lo que comían y con lo que tocaban. Se cuidaban de lavarse las manos y el cuerpo. También creían en la vida después de la muerte porque entendían que muchos de los profetas decían que eso sucedería.
Los esenios. El tercer grupo importante era los esenios. Muchos de los sacerdotes en Jerusalén no vivían de la forma que Dios quería. Además, los romanos habían nombrado a muchos de los sumos sacerdotes y, según la ley de Moisés, algunos de estos hombres no podían ser sacerdotes. Debido a esto, los esenios pensaban que la adoración y los sacrificios no se estaban llevando a cabo de la manera adecuada en Jerusalén, así que se fueron a vivir al desierto de Judea. Formaron allí su propia comunidad, donde solamente podían vivir esenios. Los esenios ayunaban, oraban y esperaban a que Dios enviara el Mesías a purificar el templo y el sacerdocio. Muchos estudiosos creen que los esenios estaban conectados de alguna forma con la comunidad Qumrán y con los escritos muy antiguos encontrados en Qumrán y otros lugares de esa área del desierto de Judea.
EL NUEVO TESTAMENTO
Dios había iniciado su plan. Había elegido una nación especial. Había hecho un pacto con las personas que prepararían a los demás para entender su justicia y su bondad. A través de los profetas y los poetas había revelado su plan de bendecir el mundo estableciendo un reino espiritual perfecto basado en un nuevo y mejor pacto. Este plan comenzaría con la llegada del Mesías prometido. Los profetas habían hablado con mucho detalle de su llegada. Habían dicho dónde nacería, el tipo de persona que sería y el trabajo que tendría que hacer. Ya era tiempo de que llegara el Mesías y comenzara el nuevo pacto.
El Nuevo Testamento describe cómo fue revelado el nuevo pacto de Dios y cómo fue realizado por Jesús, quien fue el Cristo (el elegido, el Mesías). Enseña que este nuevo pacto fue hecho para todos los seres humanos. Cuenta cómo respondió la gente del primer siglo al ofrecimiento que Dios le hizo, de amor y de convertirse en parte del nuevo pacto. Da instrucciones al pueblo de Dios acerca de cómo vivir en este mundo. También describe las bendiciones que Dios promete a su pueblo de darle una vida completa y llena de significado aquí en este mundo, y una vida eterna con él después de la muerte.
El nombre Nuevo Testamento se ha usado por siglos para describir un grupo de escritos que constituyen la última parte de la Biblia. Consiste de veintisiete libros diferentes, escritos por al menos ocho autores distintos. Todos ellos fueron escritos en griego, idioma ampliamente hablado en el primer siglo. Más de la mitad del texto fue escrito por cuatro apóstoles, hombres elegidos por Jesús para ser sus representantes o ayudantes. Tres de ellos, Mateo, Juan y Pedro, estaban entre los doce seguidores más cercanos de Jesús durante su vida en la tierra. El otro escritor, Pablo, más tarde fue nombrado como apóstol por Jesús mediante una aparición milagrosa.
Los primeros cuatro libros, llamados evangelios, son relatos de la vida, muerte y resurrección de Jesucristo. Generalmente, estos libros hacen énfasis en las enseñanzas de Jesús, el propósito de su aparición en la tierra y el crucial significado de su muerte, más que solamente relatar los hechos históricos de su vida. Esto se ve especialmente en el cuarto libro, el evangelio de Juan. Los tres primeros evangelios son muy similares en su contenido. De hecho, gran parte del material que se encuentra en uno de ellos, se encuentra en los otros dos, o al menos en uno de los otros dos. Cada escritor, sin embargo, escribe a una audiencia diferente y parece tener un propósito distinto.
Los cuatro evangelios son seguidos por Hechos, una historia de los eventos que siguieron a la muerte de Jesús. Describe cómo el ofrecimiento de amor que Dios hizo a todos fue anunciado en todo el mundo por los seguidores de Jesús. Cuenta cómo la proclamación de este evangelio, o buenas noticias, resultó en la amplia aceptación de la fe cristiana en Palestina y el mundo romano. El libro de Hechos fue escrito por Lucas, que fue testigo de mucho de lo que escribió. Lucas también fue el autor del tercer evangelio. Sus dos libros forman una unidad lógica, siendo Hechos la continuación de su relato sobre la vida de Jesús.
Después de Hechos, hay una colección de cartas escritas a personas o grupos de cristianos. Estas cartas provenían de líderes cristianos tales como Pablo y Pedro, dos de los apóstoles de Jesús. Fueron escritas para ayudar a la gente de esa época a enfrentar los problemas que tenían. Sirven para informar, corregir, enseñar y animar no sólo a esas personas, sino a todos los cristianos con respecto a su fe, a su vida en comunidad y a su vida en el mundo.
El último libro del Nuevo Testamento, Apocalipsis, es diferente a todos los otros libros. Usa un lenguaje muy figurativo y habla de visiones que tuvo su autor, el apóstol Juan. Muchas de las figuras e imágenes son del Antiguo Testamento y pueden entenderse mejor comparándolo con él. Este último libro asegura a los cristianos la victoria final sobre las fuerzas del mal a través del poder de Dios y de Jesucristo, quien es su líder y les ayuda.
Los libros del Nuevo Testamento
Las siguientes descripciones de los libros del Nuevo Testamento son de utilidad como introducción a la lectura de cada libro:
Mateo. Mateo es el nombre de uno de los doce seguidores más cercanos de Jesús. Mateo era un judío cobrador de impuestos cuando Jesús lo eligió como uno de sus apóstoles. Lo que escribió Mateo muestra la influencia de su origen e intereses judíos. Se ve especialmente interesado en el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento en la vida de Jesús. Sin embargo, Mateo realmente centra su libro en la enseñanza de Jesús.
Marcos. Juan Marcos era un joven compañero de algunos de los apóstoles. El estilo de Marcos es corto y lleno de acción. A diferencia de Mateo y Lucas, él muestra muy poco interés en las enseñanzas de Jesús. Aparentemente, Marcos dirigía su relato a la mente romana que no era judía y se centra en las acciones de Jesús que demuestran que él es el Hijo de Dios. Marcos se ve interesado principalmente en que la gente sepa que Jesús vino a la tierra con el propósito de salvarlos de las consecuencias del pecado.
Lucas. Este es uno de los dos libros escritos por un compañero de viaje del apóstol Pablo. Lucas era un médico con mucha cultura y un escritor talentoso. Parece familiarizado con el evangelio de Marcos y gran parte del material del evangelio de Mateo, pero decide incluir principalmente las partes que resultarían atractivas y fáciles de entender para sus lectores que no eran judíos. Más que los otros escritores de Evangelios, Lucas parece interesado en contar en orden la vida de Jesús como una realidad histórica. Sin embargo, no hace énfasis en los hechos de la vida de Jesús, sino en Jesús mismo como una persona amorosa y protectora que le enseñaba a la gente el verdadero significado de la vida, que se preocupaba por las necesidades de todos y que tenía el poder de ayudar y salvar.
Juan. Este Evangelio es muy diferente de los tres primeros, lo que se nota de inmediato en su bella y profunda introducción. Juan presenta mucho material que no se encuentra en los otros Evangelios. Su principal interés está en probar que Jesús es el Mesías (Cristo), el divino Hijo de Dios y Salvador del mundo.
Hechos. Este libro, escrito por Lucas, comienza donde termina la última parte de su primer libro (el evangelio). Comienza con las instrucciones de Jesús para sus seguidores de ir por el mundo anunciando las buenas noticias, un mensaje sobre el amor de Dios para toda la humanidad. Jesús quería que ellos dijeran lo que ahora conocían sobre su misión divina de salvar a la humanidad de las consecuencias de sus errores. Lucas presenta el interesante cumplimiento de esta tarea, centrándose en las actividades de dos personajes principales: Pedro y Pablo. Muestra cómo el cristianismo se expandió con rapidez desde un pequeño principio en Jerusalén siguiendo por las regiones de alrededor de Judea y Samaria, luego hasta las importantes provincias del imperio romano y con el tiempo, hasta la misma Roma.
El siguiente grupo de escritos del Nuevo Testamento consiste en las cartas de Pablo. El apóstol Pablo (quien originalmente se llamaba Saulo) era un judío muy culto de Tarso en Cilicia (Turquía suroriental). Educado en Jerusalén, él era un líder de los fariseos y al comienzo se oponía fuertemente al movimiento cristiano. Sin embargo, Jesús se le apareció en una visión y eso cambió por completo el rumbo de su vida. Cerca de diez años después, comenzó a viajar mucho para proclamar el mensaje acerca de Cristo. Durante este período, escribió numerosas cartas a iglesias (grupos de creyentes) y a personas particulares. Trece de estas cartas están incluidas en el Nuevo Testamento.
La carta de Pablo a los Romanos es la más larga y completa de sus cartas. La mayoría de ellas van dirigidas a grupos de cristianos en ciudades en las que él fue el primero en enseñar a la gente sobre Cristo y en fundar iglesias. Sin embargo, cuando escribió esta carta a los cristianos que vivían en Roma, él nunca había estado allí. Estuvo en Grecia aproximadamente en el año 57 después de Cristo. Como no pudo viajar a Roma como hubiera querido, en esta carta escribió lo que acostumbraba enseñar normalmente. Es una presentación detallada de las verdades fundamentales de la fe cristiana.
Las cartas de 1 Corintios y 2 Corintios son dos de varias de las cartas que escribió Pablo a los cristianos de Corinto, una ciudad que quedaba al sur de Grecia. En la primera de estas cartas, Pablo trata algunos problemas que habían surgido entre los cristianos que vivían allí y responde preguntas que algunos de ellos le habían hecho. Los temas incluyen la unidad cristiana, el matrimonio, la inmoralidad sexual, el divorcio y las costumbres judías, entre otros. De particular interés es el capítulo 13, el famoso escrito de Pablo sobre el amor, al cual ve como la solución a todos los problemas. La segunda carta es la continuación de la respuesta de los Corintios a la primera carta.
La carta de Pablo a los Gálatas trata acerca de un problema distinto entre los cristianos de Galacia. Pablo había anunciado el mensaje cristiano allí y había formado algunas iglesias. Luego, un grupo de maestros judíos fue allí y enseñó algunas ideas que eran muy diferentes a la verdadera enseñanza de Cristo. El problema era muy grave porque tenía que ver con lo esencial para la buena relación de una persona con Dios. Al no poder viajar a Galacia en ese momento, Pablo enfrentó con fuerza el problema en esta carta. Como su carta a los romanos, esta carta trata sobre lo esencial de la fe cristiana, aunque por diferente razón.
Pablo escribió la carta a los Efesios mientras estaba en prisión, pero no se sabe cuándo ni dónde. El tema de esta carta es el plan de Dios de unir a toda la gente bajo el mando de Cristo. Pablo anima a los cristianos a vivir su vida en armonía con los demás y comprometidos totalmente con el propósito que Dios tenía para ellos.
La carta de Pablo a los Filipenses también fue escrita desde la prisión, probablemente en Roma. Pablo estaba enfrentando muchos problemas en esos momentos, pero confiaba en Dios y esta carta está llena de confianza y alegría. Pablo la escribió para animar a los cristianos de Filipos y para agradecerles por la ayuda económica que le habían dado.
Pablo escribió la carta a los Colosenses para confrontar ciertas enseñanzas falsas que estaban causándole problemas a la iglesia en Colosas, una ciudad de Asia Menor (hoy Turquía). Algunas partes de esta carta son similares a la carta a los Efesios. Pablo da algunas lecciones prácticas para vivir de la manera en que debe hacerlo un cristiano.
Las cartas de 1 Tesalonicenses y 2 Tesalonicenses fueron probablemente de las primeras cartas de Pablo. En el primer viaje de Pablo a Macedonia (norte de Grecia), él le dio a la gente de Tesalónica el mensaje cristiano. Mucha gente creyó, pero Pablo se tuvo que ir poco tiempo después. Él escribió para animarlos en su nueva fe. También discute algunas cosas que la gente no entendía, especialmente lo referente al esperado regreso de Cristo. La segunda carta continúa esta discusión.
Las cartas de 1 Timoteo, 2 Timoteo y Tito fueron escritas a dos de sus compañeros cercanos hacia el final de la vida de Pablo. Pablo había dejado a Timoteo en Éfeso y a Tito en Creta para que ayudaran con algunos problemas en la organización y funcionamiento de las iglesias allí. Al parecer, Timoteo y Tito iban a ayudar a las iglesias de estos lugares a prepararse para el liderazgo y el funcionamiento independiente. En la primera carta a Timoteo y la carta a Tito, Pablo da algunas guías para la selección de los líderes, al igual que instrucciones para tratar algunos problemas y situaciones. La segunda carta a Timoteo, escrita desde prisión cuando Pablo enfrentaba lo que él pensaba que era el fin de su vida, es muy personal. La carta está llena de consejos y ánimo, al mismo tiempo que urge a Timoteo a seguir el ejemplo de Pablo en fe, valor y fortaleza.
Filemón es una breve carta escrita por Pablo en la misma época en que escribió la carta a los Colosenses. Filemón, un cristiano de Colosas, era el amo de un esclavo fugitivo llamado Onésimo, quien se había convertido en cristiano a través de la influencia de Pablo. La carta es un llamado que hace Pablo a Filemón para que perdone a Onésimo y lo reciba de nuevo.
Además de las cartas de Pablo, hay ocho cartas escritas por otros seguidores de Jesús, una de ellas es Hebreos. Aunque no se sabe quién fue el autor, es claro que la carta fue escrita a judíos creyentes en Cristo. Ellos estaban en peligro de ser alejados de su fe en Jesús y esta carta fue escrita para animarlos y fortalecerlos en su fe. El escritor enfatiza la superioridad de Jesucristo sobre todos los demás seres y personas. Enseña que el sacerdocio eterno de Jesucristo y el mejor pacto son superiores al sacerdocio del Antiguo Testamento y al primer pacto. Al final anima a la gente a confiar en Dios y a vivir para él.
La expresión «poner en práctica» se usa casi siempre cuando se describe la carta de Santiago, un siervo de Dios y Jesús. Algunos piensan que él era uno de los hermanos de Jesús. El origen judío de Santiago se percibe claramente, pues enseña sobre la bondad y la justicia, la ayuda a los pobres, la amistad con el mundo, la sabiduría, el autocontrol, los juicios y las tentaciones, actuar y escuchar, y la fe y las obras. Además anima y motiva a la gente a orar y a ser paciente.
Las cartas de 1 Pedro y 2 Pedro fueron escritas por el apóstol Pedro a los cristianos que vivían en diversos lugares. Pedro enseña a esos cristianos acerca de su esperanza viva y de su verdadero hogar en el cielo. Debido al momento difícil por el que atraviesan, Pedro les asegura que Dios no los ha abandonado y que gracias a su sufrimiento estarán en una mejor situación. Les recuerda que Dios los ha bendecido y les ha perdonado los pecados a través de Jesucristo y que ellos deben responder viviendo de la manera correcta. En la segunda carta de Pedro, el apóstol confronta a los falsos maestros, enseña sobre el verdadero conocimiento y la segunda venida de Cristo.
Las cartas de 1, 2 y 3 Juan fueron escritas por el apóstol Juan. Estas cartas aseguran a los creyentes que Dios siempre los aceptará y les enseña que el amor a Dios se manifiesta amando a las personas que los rodean y comportándose como Dios les ha enseñado.
El que escribió la carta de Judas era hermano de Santiago y probablemente de Jesús. Esta carta anima a la fidelidad y habla contra los falsos maestros y todos aquellos que alteran la convivencia de la iglesia. Es muy similar a la segunda carta de Pedro.
El libro de Apocalipsis escrito por el apóstol Juan, es muy diferente de los demás libros del Nuevo Testamento. Utiliza mucho el lenguaje figurado y cuenta las visiones que tuvo Juan. Muchas de sus figuras literarias son del Antiguo Testamento, y se comprenden mejor cuando uno recurre al Antiguo Testamento para compararlas. Este libro asegura a los cristianos que al final tendrán la victoria sobre las fuerzas del mal mediante el poder de Jesucristo, quien los libera y los ayuda.
La Biblia y el lector moderno
Quien lee la Biblia hoy debe tener en cuenta que estos libros fueron escritos hace muchos siglos y para gente que vivía en una cultura muy diferente a la nuestra. Generalmente, estos escritos tratan de principios que son aceptados universalmente, aunque muchos de los relatos históricos, de las ilustraciones usadas y de las referencias hechas sólo pueden entenderse si se tiene algún conocimiento de la época y la cultura del momento. Por ejemplo, en la última cena, Jesús lavó los pies de sus seguidores. Tal vez hoy nadie tenga esta costumbre, pero Jesús quería mostrar que para ser el primero es mejor ponerse de último, es decir servir a los demás. Esa es una enseñanza que puede ser entendida por la gente de cualquier época y lugar.
Al lector moderno puede parecerle extraño el mundo de la Biblia por las costumbres, actitudes y lenguaje que presenta. Pero esos aspectos deben entenderse teniendo en cuenta los estilos de vida de esa época y ese lugar, no los modernos. También es importante señalar que la Biblia no fue escrita como un libro científico. Fue escrita principalmente para describir hechos históricos y para presentar el significado de esos hechos a la humanidad. Sus enseñanzas incluyen verdades universales que superan el alcance de la ciencia y que hoy siguen siendo importantes porque hablan de las necesidades espirituales básicas de los seres humanos, que son siempre las mismas.
La persona que lea la Biblia objetivamente puede obtener muchos beneficios. Adquirirá conocimiento acerca de la historia y la cultura del mundo antiguo. Aprenderá acerca de la vida y las enseñanzas de Jesucristo y lo que significa ser su seguidor. Obtendrá conocimientos espirituales básicos y aprenderá lecciones prácticas para llevar una vida dinámica y llena de alegría. Además, encontrará respuestas para las preguntas más difíciles de la vida. Hay entonces muchas y muy buenas razones para leer este libro, y quien lo lea con una mente receptiva y curiosa seguramente descubrirá el propósito que Dios tiene para su vida.