La divina institución del matrimonio está registrada en Génesis. “Dijo entonces Adán. Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada. Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.” (Génesis 2:23-24). Dios creó al hombre y después hizo a la mujer del “hueso de sus huesos”. El proceso tal como se describe, nos dice que Dios tomó una de las “costillas” de Adán (Génesis 2:21-22). La palabra hebrea significa literalmente “el costado de una persona”.
Por lo tanto, Eva fue tomada del “lado” de Adán, y es a su lado donde ella pertenece. “Y puso Adán nombre a toda bestia y ave de los cielos y a todo ganado del campo; mas para Adán no se halló ayuda idónea para él.” (Génesis 2:20). Las palabras “ayuda e idónea” son la misma palabra en hebreo. La palabra es “ezer” y viene de la raíz primitiva de la palabra que significa rodear, proteger, ayudar, auxiliar, socorrer. Por lo tanto, significa ayudar, asistir o auxiliar. Eva fue creada para estar al lado de Adán como su “otra mitad”, para ser su auxilio y ayuda. Un hombre y una mujer cuando se casan, se convierten en “una sola carne”. El Nuevo Testamento añade una advertencia a esta “unidad”. “Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (Mateo 19:6).
Hay muchas epístolas escritas por el apóstol Pablo que hablan de los aspectos que determinan el punto de vista bíblico sobre el matrimonio, y cómo los creyentes nacidos de nuevo deben conducirse dentro de sus relaciones matrimoniales. Encontramos uno de estos pasajes en 1 Corintios capítulo 7 y otro en Efesios 5:22-33. El estudiar juntos estos dos pasajes, provee al creyente de principios bíblicos que pueden ser usados para formar un marco de referencia para una relación matrimonial que sea agradable a Dios.
El pasaje que se encuentra en Efesios es especialmente profundo en su área referente a un exitoso matrimonio bíblico. “Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y Él es su Salvador.” (Efesios 5:22-23) “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella.” (Efesios 5:25). “Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia” (Efesios 5:28-29). “Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne.” (Efesios 5:31)
Cuando estos principios son elegidos por el esposo y la esposa en armonía con su relación como creyentes nacidos de nuevo, esto trae como consecuencia un matrimonio bíblico. Esta no es una relación desequilibrada, sino una que está balanceada con el concepto de Cristo como la cabeza del hombre y la mujer juntamente. Por lo tanto, el concepto bíblico del matrimonio es la unidad entre dos individuos que es una ilustración de la relación de unidad que existe entre Cristo con Su iglesia.
El apóstol Pablo dice que la esposa está “sujeta” a su esposo mientras él viva. “Porque la mujer casada está sujeta por la ley al marido mientras él vive; pero si el marido muere, ella queda libre de la ley del marido.” (Romanos 7:2). El principio que podemos percibir aquí, es que alguien tiene que morir antes de que el matrimonio se dé por terminado. En nuestra sociedad moderna, el matrimonio termina en divorcio en más del 51% de las veces. Eso significa que más de la mitad de las parejas que hacen el voto, “Hasta que la muerte nos separe”, no llegan hasta ese punto.
Así que la pregunta se convierte en, “¿Qué puede hacer la pareja casada para asegurarse de que su matrimonio dure – hasta que la muerte los separe?” La primera y más importante medida es la obediencia a Dios y a Su Palabra. Este es un principio que debiera ser reforzado en la vida antes del matrimonio y mientras el hombre y la mujer están aún solteros. Dios dice, “¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?” (Amós 3:3) Para el creyente nacido de nuevo, esto significa, no entablar relación cercana alguna con alguien que no sea creyente. “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? (2 Corintios 6:14). Si este principio es acatado, evitará muchos futuros sinsabores y sufrimientos en un matrimonio.
Otro principio que protegerá la duración de un matrimonio es que el esposo obedezca a Dios, en el amor, el honor y protección que debe brindar a su esposa como lo haría con su propio cuerpo (Efesios 5:25-31). La contraparte de esto es que la esposa debe obedecer a Dios y someterse a su esposo “...como al SEÑOR” (Efesios 5:22). El matrimonio entre un hombre y una mujer es la ilustración de la relación entre Cristo y la iglesia. Cristo se dio a Sí mismo por Su iglesia, para amarla, honrarla y protegerla como Su “esposa” (Apocalipsis 19:7-9).
Cuando Dios trajo a Eva con Adán en el primer matrimonio, ella fue formada de su “carne y huesos” (Génesis 2:23) y ellos se volvieron “una sola carne” (Génesis 2:23-24). Este es un concepto que se ha perdido en nuestra sociedad moderna. El llegar a ser una sola carne significa más que solo la unión física. Significa la unión de mente y alma para formar una unidad. Esta relación va más allá de la atracción sensual o emocional y entra dentro del terreno de la “unidad” espiritual que sólo puede ser lograda cuando ambas partes se sujetan a Dios y una a la otra. Esta es una relación que no está hecha de “mí o mío” sino de “nosotros y nuestro”. Este es uno de los secretos para tener un matrimonio duradero. El hacer que un matrimonio perdure hasta que la muerte de alguno de ellos los separe, es algo que ambos esposos deben considerar como su prioridad. El solidificar nuestra relación vertical con Dios, nos lleva a asegurar que la relación horizontal entre esposo y esposa sea duradera y una unión que también glorifique al Señor.
2 Corintios 6:14 declara, “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?” Mientras que este pasaje no menciona específicamente el matrimonio, definitivamente contiene implicaciones para el matrimonio. El pasaje sigue diciendo, “¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo; Habitaré y andaré entre ellos y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor. Y no toquéis lo inmundo; y Yo os recibiré.” (2 Corintios 6:15-17)
La Biblia continúa diciendo, “No se dejen engañar: Las malas compañías corrompen las buenas costumbres.” (1 Corintios 15:33 NVI) El tener cualquier clase de relación íntima con un no creyente puede rápida y fácilmente convertirse en algo que sea un obstáculo en tu caminar con Cristo. Somos llamados a evangelizar a los perdidos, no a intimar con ellos. No hay nada de malo en hacer amistades de calidad con los incrédulos – pero eso es lo más lejos que podemos ir. Si estás saliendo con un incrédulo, honestamente ¿cuál sería tu prioridad? ¿El romance o ganar su alma para Cristo? Si estuvieras casado(a) con un no creyente, ¿cómo podrían los dos cultivar una intimidad espiritual en su matrimonio? ¿Cómo se podría construir un buen matrimonio si están en desacuerdo con respecto al punto más crucial en el universo – El Señor Jesucristo?
La ley del Antiguo Testamento ordenaba a los israelitas no comprometerse en un matrimonio interracial (Deuteronomio 7:3-4). La razón era que los israelitas serían desviados de en pos de Dios si se casaban con adoradores de ídolos, paganos, o bárbaros. Un principio similar se expone en el Nuevo Testamento, pero a un nivel muy diferente. “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? (2ª Corintios 6:14). Es justo como a los Israelitas (creyentes en el único Dios verdadero), que se les ordenó que no se casaran con incrédulos. La respuesta a esta pregunta, específicamente es no, la Biblia no dice que el matrimonio interracial está mal.
Una persona debería ser juzgada por su naturaleza, no por el color de la piel. Todos deberíamos ser cuidadosos de no mostrar favoritismos, tampoco ser prejuiciosos o racistas con otros (Santiago 2:1-10, vea especialmente los versículos 1 y 9). El estándar de un hombre o una mujer cristianos para seleccionar un compañero, siempre debería ser tomar en cuenta si la persona en la que están interesados es cristiana (2ª Corintios 6:14), alguien nacida de nuevo por la fe en Jesucristo (Juan 3:3-5). El estándar bíblico para escoger un cónyuge es la fe en Cristo, no el color de la piel. El matrimonio interracial no es cuestión de decir que esto es correcto o erróneo, sino que es un asunto de sabiduría, discernimiento y oración.
La única razón por la que el matrimonio interracial debería ser considerado cuidadosamente, es por las dificultades que podría experimentar una pareja de razas diferentes, a causa del grado de aceptación de parte de los que le rodean. Muchas parejas interraciales experimentan discriminación y burla, a veces aún de sus propias familias. Algunas parejas interraciales experimentan dificultades cuando sus hijos tienen tonos de piel diferentes al de los padres y/o hermanos. Una pareja interracial necesita tomar en consideración estas cosas y estar preparada, antes de tomar la decisión de casarse. Nuevamente, la única restricción bíblica puesta sobre un cristiano con respecto al matrimonio, es si la otra persona es un miembro del Cuerpo de Cristo.
En primer lugar, no importa el punto de vista que tome en el asunto del divorcio, es importante recordar las palabras de la Biblia de Malaquías 2:16ª: “Yo aborrezco el divorcio –dice el SEÑOR Dios de Israel”. De acuerdo con la Biblia, el plan de Dios es que el matrimonio sea un compromiso de toda la vida. “Así que ya no son dos, sino uno solo. Por tanto, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre” (Mateo 19:6 NVI). Sin embargo, Dios comprende que el divorcio va a ocurrir, debido a que un matrimonio involucra a dos seres humanos pecadores. En el Antiguo Testamento Dios estableció algunas leyes, a fin de proteger los derechos de los divorciados, especialmente de las mujeres (Deuteronomio 24:1-4). Jesús señaló que aquellas leyes fueron dadas a causa de la dureza de los corazones de la gente, más no porque fueran el deseo de Dios (Mateo 19:8).
La controversia de si el divorcio y el segundo casamiento son permitidos de acuerdo con la Biblia, gira principalmente alrededor de las palabras de Jesús en Mateo 5:32 y 19:9. La frase “excepto en caso de infidelidad conyugal” es lo único en la Escritura, que posiblemente da el permiso de Dios para el divorcio. Muchos intérpretes entienden esta “cláusula de excepción” como refiriéndose a “infidelidad conyugal” durante el período de “desposorio”. En la costumbre judía, un hombre y una mujer se consideraban casados, aún mientras todavía estaban comprometidos, es decir, “prometidos”. La inmoralidad durante este período de “desposorio” debería entonces ser la única razón válida para un divorcio.
Sin embargo, la palabra griega traducida como “infidelidad conyugal” es una palabra que puede significar cualquier forma de inmoralidad sexual. Esto puede significar fornicación, prostitución, adulterio, etc. Posiblemente Jesús está diciendo que el divorcio es lícito, si se comete inmoralidad sexual. Las relaciones sexuales como tales son una parte integral del vínculo marital “y serán una sola carne” (Génesis 2:24; Mateo 19:5; Efesios 5:31). Por tanto, una ruptura de ese vínculo, por medio de relaciones sexuales fuera del matrimonio, debería ser una razón lícita para el divorcio. Si es así, Jesús también tiene en mente el segundo matrimonio en este pasaje. La frase “y se casa con otra” (Mateo 19:9) indica que el divorcio y el segundo casamiento son permitidos en una instancia de la cláusula de excepción, sea como sea interpretada. Es importante notar que solamente a la parte inocente se le permite volver a casarse. Aunque esto no está indicado en el texto, la concesión del segundo casamiento después de un divorcio, es la misericordia de Dios para aquel contra el que se ha cometido pecado, no para el que ha cometido inmoralidad sexual. Puede haber instancias donde a la “parte culpable” se le permite volver a casarse – pero tal concepto no es enseñado en este texto.
Algunos entienden 1ª Corintios 7:15 como otra “excepción”, que permite el segundo casamiento si un cónyuge incrédulo se divorcia de un creyente. Sin embargo, el contexto no menciona el segundo casamiento, sino que solamente dice que un creyente no está limitado a continuar un matrimonio, si un cónyuge no creyente quiere abandonarlo. Otros demandan que el abuso a cónyuge o hijo son razones válidas para el divorcio, aunque no están listadas como tales en la Biblia. Aunque éste, bien pudiera ser el caso, nunca es sabio suponer sobre la Palabra de Dios.
Algunas veces, perdidos en la discusión sobre la cláusula de excepción, está el hecho de que lo que quiera que signifique “infidelidad marital”, ésta es un permiso para el divorcio, no un requisito para el mismo. Aún cuando se haya cometido adulterio, una pareja puede por medio de la gracia de Dios aprender a perdonar, y comenzar a reconstruir su matrimonio. Dios nos ha perdonado mucho más. Con seguridad podemos seguir Su ejemplo y aún perdonar el pecado del adulterio (Efesios 4:32). Sin embargo, en muchas instancias, un cónyuge es impenitente y continúa en inmoralidad sexual. Posiblemente ahí es donde Mateo 19:9 puede ser aplicado. Muchos también cuentan demasiado rápido con el segundo casamiento después de un divorcio, cuando el deseo de Dios sería que permanezcan solteros. Algunas veces Dios invita a una persona a permanecer soltera, de manera que su atención no sea dividida (1ª Corintios 7:32-35). El segundo casamiento después de un divorcio puede ser una opción en algunas circunstancias, pero eso no significa que esta es la única opción.
Es doloroso que el índice de divorcio entre los cristianos profesos sea casi tan alto como el del mundo incrédulo. La Biblia deja meridianamente claro que Dios odia el divorcio (Malaquías 2:16) y esa reconciliación y perdón deberían ser las marcas de la vida de un creyente (Lucas 11:4; Efesios 4:32). Sin embargo, Dios reconoce que el divorcio se va a dar aún entre Sus hijos. Un creyente divorciado o vuelto a casar no debería sentirse menos amado por Dios, aún si su divorcio o segundo matrimonio no estuvieran cubiertos bajo la posible cláusula de excepción de Mateo 19:9. Dios a menudo utiliza aún la desobediencia pecaminosa de los cristianos para llevar a cabo una gran cantidad de cosas buenas.
Con frecuencia recibimos preguntas como “Soy divorciado por tal y tal razón. ¿Puedo casarme nuevamente?” – o – “Me he divorciado dos veces – la primera por adulterio de mi esposo y la segunda por incompatibilidad. Estoy saliendo con un hombre que ha estado divorciado tres veces – la primera por incompatibilidad, la segunda por adulterio de su parte, la tercera por adulterio de parte de su esposa. ¿Podemos casarnos uno con otro?” Preguntas como estas son muy difíciles de contestar, porque la Biblia no entra en grandes detalles en consideración a las razones para que una persona pueda o no volver a casarse después de un divorcio.
Lo que podemos saber con seguridad es esto: – Dios odia el divorcio (Malaquías 2:16). El plan de Dios para una pareja casada, es que permanezcan casados tanto como ambos esposos vivan (Génesis 2:24; Mateo 19:6). El único permiso específico para un nuevo matrimonio después de un divorcio es por adulterio (Mateo 19:9) – y aún esto es debatido entre los cristianos. Otra posibilidad es que un(a) esposo(a) incrédulo(a) abandone a la (al) esposa(o) creyente (1 Corintios 7:12-15). Este pasaje, sin embargo, no se refiere específicamente a un nuevo matrimonio, sino más bien sólo a ser liberado de permanecer en el matrimonio. A mí también me parecería que el severo abuso emocional, físico o sexual, sería causa suficiente de divorcio y posiblemente de un nuevo matrimonio. Sin embargo, la Biblia no enseña esto específicamente.
En este problema, sabemos dos cosas con seguridad. (1) Nuevamente, Dios odia el divorcio (Malaquías 2:16). (2) Dios es misericordioso y perdonador. Todos y cada uno de los divorcios es el resultado del pecado, ya sea de parte de un esposo o de ambos. ¿Dios perdona el divorcio? ¡Absolutamente! El divorcio no es menos perdonable que cualquier otro pecado. El perdón de todos los pecados está disponible a través de la fe en Jesucristo (Mateo 26:28; Efesios 1:7). Si Dios perdona el pecado del divorcio, ¿significa que eres libre de volver a casarte? No necesariamente. Algunas veces Dios llama a la gente a permanecer soltera (1 Corintios 7:7-8). El permanecer soltero no debe verse como un castigo o maldición, sino más bien como una oportunidad de servir a Dios con más libertad (1 Corintios 7:32-36), aunque también la Palabra de Dios nos dice que, “...es mejor casarse que estarse quemando.” (1 Corintios 7:9). Tal vez esto se aplique algunas veces al matrimonio después del divorcio.
Así que, ¿podrías o deberías casarte nuevamente? No puedo contestar esa pregunta. A última instancia, eso es entre tú, tu esposo en potencia, y lo más importante, Dios. El único consejo que puedo darte es que ores a Dios por sabiduría, considerando lo que Él desee que hagas (Santiago 1:5). Ora con una mente abierta, y pide genuinamente al Señor que ponga Su deseo en tu corazón (Salmo 37:4-5). Busca la voluntad del Señor (Proverbios 3:5-6) y déjate guiar por Él. Ese es el mejor consejo que puedo darte.
Este es un punto muy importante a considerar en el matrimonio y también en la vida diaria. Dios ideó el hecho de la sumisión en Génesis. En el principio, como no había pecado, el hombre no tenía una autoridad a quien obedecer, excepto la autoridad de Dios. Cuando Adán y Eva desobedecieron a Dios, el pecado entró en el mundo y entonces fue necesaria la autoridad. Por lo tanto, Dios estableció la autoridad necesaria para reforzar las leyes de la tierra y además proveernos con la protección que necesitamos. Primero, debemos sujetarnos a Dios, lo cual es la única manera en que realmente podemos obedecerle (Santiago 1:21 y Santiago 4:7). En 1 Corintios 11:2-3, encontramos que el esposo está sujeto a Cristo, como Cristo lo estuvo a Dios. Entonces los versos dicen que la mujer debe seguir su ejemplo de sujeción a su esposo. Otro versos acerca de la sumisión de Cristo a Dios, se encuentran en Mateo 26:39 y Juan 5:30.
La sumisión es la respuesta natural a un liderazgo amoroso. Cuando un esposo ama a su esposa como Cristo ama a la iglesia (Efesios 5:25-33), entonces la sumisión es una respuesta natural de la esposa hacia su esposo. La palabra griega traducida como someterse (Hupotasso) es la forma continua del verbo. Significa que el someternos a Dios, a nuestros líderes y a nuestro esposo no es una decisión de una vez. Es una actitud continua en nuestras mentes, que llega a convertirse en un patrón de conducta. La sumisión de la que se habla en Efesios 5, no se refiere a una sujeción unilateral de un creyente para ser dominado egoístamente por la otra persona. La sumisión bíblica está diseñada para ser entre dos creyentes llenos del Espíritu, quienes se entregan mutuamente uno al otro y a Dios. La sumisión es una calle de dos sentidos. La sumisión es una posición de honor y plenitud. Cuando una esposa es amada como Cristo ama a la iglesia, la sujeción no es difícil. Efesios 5:24 dice, “... como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo.” Este verso está diciendo que la esposa debe sujetarse a su esposo en todo lo que es correcto y legítimo. Por lo tanto, la esposa no está obligada a desobedecer la ley o descuidar su relación con Dios.
La mujer fue formada de una costilla de Adán; no fue tomada de su cabeza para que gobierne sobre él, tampoco fue formada de sus pies para ser pisoteada por él, sino que fue tomada de su costado, para ser igual a él, bajo su brazo para ser protegida y cerca de su corazón para ser amada. El mandato “someteos” en Efesios 5:21, es la misma palabra usada en 5:22. Los creyentes deben someterse unos a otros en reverencia a Cristo. Los versos 19-21, son todos el resultado de estar llenos del Espíritu Santo (5:18). Los creyentes llenos del Espíritu son adoradores (5:19), agradecidos (5:20), y sumisos (5:21). Pablo entonces, sigue su línea de pensamiento del vivir con la llenura del Espíritu y la aplica a los esposos y esposas en los versos 22-33.
La Biblia dice que “Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios.” (Hebreos 13:4). La Escritura nunca dice lo que a un esposo y esposa se les permite hacer sexualmente. Los esposos y esposas son instruidos, “No os neguéis el uno al otro, a no ser por algún tiempo e mutuo consentimiento...” (1 Corintios 7:5a). Este verso quizá establezca el principio para las relaciones en el matrimonio. Cualquier cosa que se haga, debe ser de común acuerdo. Ninguno debe ser alentado o forzado a hacer algo con lo que no se sienta cómodo o piense que está mal. Si el esposo y la esposa concuerdan en que quieren tratar algo (por ej.; sexo oral, diferentes posiciones, juguetes eróticos, etc.) – entonces la Biblia no da ninguna razón por la que ellos no puedan probarlo.
Hay pocas cosas que sexualmente hablando jamás estarán permitidas en una pareja casada: Practicar el “intercambio de pareja” o el “incluir a una tercera persona”, evidentemente eso es adulterio (Gálatas 5:19; Efesios 5:3; Colosenses 3:5; 1 Tesalonicenses 4:3). El adulterio es un pecado, aún si tu esposo(a) lo permite, lo aprueba o aún participa en ello. La pornografía invoca a “...los deseos de la carne, los deseos de los ojos...” (1 Juan 2:16) y es por ello que es condenado por Dios. Aparte de estos dos puntos, no hay nada en la Escritura que específicamente prohíba hacer a un esposo y esposa entre ellos – mientras sea de mutuo consentimiento.
La pregunta de la poligamia en la Biblia es interesante, por que mayoría de la gente en la actualidad ve la poligamia como inmoral, mientras que la Biblia en ninguna parte la condena explícitamente. El primer caso de poligamia /bigamia en la Biblia fue Lamec en Génesis 4:19, “Y Lamec tomó para sí dos mujeres;…” Muchos de los hombre prominentes en el Antiguo Testamento fueron polígamos. Abraham, Jacob, David, Salomón, y otros; todos tuvieron varias esposas. En 2 Samuel 12:8, Dios hablando a través del profeta Natán, dijo que si las esposas y concubinas de David no fueran suficientes, Él le habría dado aún más. Salomón tuvo 700 esposas y 300 concubinas (esencialmente esposas pero de un menor rango) de acuerdo a 1 Reyes 11:3. ¿Qué debemos hacer con estos ejemplos de poligamia en el Antiguo Testamento? Hay tres preguntas que necesitan ser respondidas. (1) ¿Por qué permitió Dios la poligamia en el Antiguo Testamento? (2) ¿Cómo ve Dios la poligamia en la actualidad? (3) ¿Por qué cambió?
(1) ¿Por qué permitió Dios la poligamia en el Antiguo Testamento? La Biblia no dice específicamente porqué Dios permitió la poligamia. Lo mejor que cualquiera puede hacer es “informarse” especulativamente. Existen pocos factores claves para considerar. Primero, Siempre ha habido más mujeres que hombres en el mundo. Estadísticas actuales muestran que aproximadamente el 50:5% de la población mundial son mujeres, representando los hombres el 49.5%. Asumiendo los mismos porcentajes en tiempos antiguos, y multiplicándolos por millones de gente, habría decenas de miles de mujeres más que de hombres. Segundo, la guerra en tiempos antiguos era especialmente brutal, con un increíble alto porcentaje de fatalidades. Esto habría resultado en un porcentaje aún mayor de mujeres respecto a los hombres. Tercero, debido a las sociedades patriarcales, era casi imposible para una mujer soltera, mantenerse por ella misma. Generalmente las mujeres carecían de educación y preparación. Las mujeres dependían de sus padres, hermanos y esposos para su provisión y protección. La mujer soltera con frecuencia estaba expuesta a la prostitución y esclavitud. Cuarto, la significativa diferencia entre el número de mujeres y hombres habría dejado a muchas, muchas mujeres en una situación (como mínimo) indeseable.
Así que parece que Dios permitió la poligamia para proteger y proveer para la mujer que no pudiera encontrar un esposo de otra manera. Un hombre tomaría varias esposas y serviría como el proveedor y protector de todas ellas. Mientras que definitivamente esto no es lo ideal, vivir en una casa con poligamia era mucho mejor que las otras alternativas: prostitución, esclavitud, inanición, etc. Adicionalmente a la protección y el factor de la provisión, la poligamia permitió una expansión más rápida de la humanidad, cumpliendo con el mandato de Dios de “…fructificad y multiplicaos; procread abundantemente en la tierra, y multiplicaos en ella.” (Génesis 9:7). Los hombres son capaces de embarazar a varias mujeres en el mismo período de tiempo… causando un más acelerado crecimiento de la humanidad, que si cada hombre pudiera procrear solo un hijo por año.
(2) ¿Cómo ve Dios la poligamia en la actualidad? Aún cuando se permitía la poligamia, la Biblia presenta la monogamia como el plan que se ajusta más al ideal de Dios para el matrimonio. La Biblia dice que la intención original de Dios fue que un hombre estuviera casado solo con una mujer, “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola (singular) carne.” (Génesis 2:24). Mientras que Génesis 2:24 describe lo que es el matrimonio, más que cuántas personas deben integrarlo, debe notarse el uso consistente del singular. En Deuteronomio 17:14-20, Dios dice que no se supone que los reyes tengan varias esposas (o caballos u oro). Mientras que esto no puede ser interpretado como un mandato de que los reyes debían ser monógamos, si puede ser entendido como una declaración de que el tener varias esposas es causa de problemas. Esto puede verse claramente en la vida de Salomón (1 Reyes 11:3-4).
En el Nuevo Testamento, 1 Timoteo 3:2, 12 y Tito 1:6 señala: “marido de una sola mujer” en una lista de requerimientos para el liderazgo espiritual. Hay alguna discrepancia en cuanto a lo que estos requerimientos se refieren específicamente. Favor de leer: http://www.gotquestions.org/husband-one-wife.html. La frase puede ser traducida literalmente “marido de una sola mujer.” Ya sea que esta frase se refiera o no exclusivamente a la poligamia, de ninguna manera un polígamo puede ser considerado “marido de una sola mujer.” Mientras que estas cualidades son específicamente para ministerios de liderazgo espiritual, éstas deben aplicarse por igual a todos los cristianos. ¿No todo cristiano debe ser “irreprensible, … sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar, no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro.” (1 Timoteo 3:2-4)? Si somos llamados a ser santos (1 Pedro 1:16), y si estas normas son santas para los ancianos y diáconos, entonces son santas para todos.
Efesios 5:22-33 hablando de la relación entre esposos y esposas, cuando se refiere a un esposo (singular) siempre se refiere a una esposa (singular). “… el marido (singular) es cabeza de la mujer (singular) … “El que ama a su mujer, (singular) a sí mismo (singular)se ama.” … “Por esto dejará el hombre (singular) a su padre y a su madre y se unirá a su mujer (singular), y los dos serán una sola carne.” … “..cada uno de vosotros ame también a su mujer (singular) como a sí mismo, y la mujer respete a su marido (singular).” Mientras que de alguna manera es un pasaje paralelo, en Colosenses 3:18-19, Pablo se refiere a esposos y esposas en plural, siendo claro que está refiriéndose a todos los esposos y esposas entre los cristianos colosenses, no declarando que un esposo pueda tener varias esposas. En contraste, Efesios 5:22-33 está describiendo específicamente la relación matrimonial. Si la poligamia fuera permisible, toda la ilustración de Cristo en relación con Su cuerpo (la iglesia), y la relación de esposo-esposa, se anularía.
(3) ¿Por qué cambió? No es tanto que Dios desapruebe algo que Él aprobó previamente como lo es en la restauración del matrimonio a Su orden original. Aún regresando a Adán y Eva (no Evas), la poligamia no fue la idea original de Dios. Dios parece haber permitido la poligamia para resolver un problema, pero Dios deseaba que el problema nunca hubiera ocurrido. En la mayoría de las sociedades modernas, no hay en lo absoluto la necesidad de poligamia. En la mayoría de las culturas actuales, las mujeres son ya capaces de proveer y protegerse ellas mismas, – quitando el único aspecto “positivo” de la poligamia. Es más, la mayoría de las naciones modernas prohíben la poligamia. De acuerdo a Romanos 13:1-7, debemos obedecer las leyes establecidas por los gobiernos. La única instancia en las Escrituras por la cual es permitido desobedecer la ley, es si ésta contradice los mandamientos de Dios (Hechos 5:29). Puesto que Dios solo permitió la poligamia y no la ordenó, una ley que prohíba la poligamia debe ser acatada.
¿Existen algunas circunstancias en las cuales aún pueda permitirse la poligamia en nuestros días? Tal vez… pero es difícil creer que no habría ninguna otra posible solución. Debido al aspecto matrimonial de “una sola carne”, la necesidad de singularidad y armonía en el matrimonio, y la falta de alguna necesidad real para la poligamia, es nuestra firme creencia que la poligamia no honra a Dios y no es su idea del matrimonio.
Estar casado con un incrédulo puede ser uno de los retos más difíciles en la vida cristiana. El matrimonio es un pacto sagrado que une a dos personas juntas en una sola carne (Mateo 19:5). Puede ser muy difícil para un creyente y un no creyente vivir en pacífica armonía (2 Corintios 6:14-15). Si un cónyuge se vuelve cristiano después del matrimonio, las inherentes luchas que vienen como consecuencia de vivir bajo dos diferentes autoridades, se vuelven muy evidentes.
Con frecuencia los cristianos que enfrentan esta situación buscan alguna forma para salir del matrimonio, convencidos de que esta es la única manera de honrar verdaderamente a Dios. Sin embargo, Su Palabra nos dice lo contrario. El apóstol Pablo dijo; “Pero cada uno como el Señor le repartió, y como Dios llamó a cada uno, así haga; esto ordeno en todas las iglesias.” (1 Corintios 7:17). Es muy importante no sólo estar conformes con nuestra situación, sino también buscar las maneras de traer gloria a Dios que surjan de estas desafiantes circunstancias.
La Biblia instruye a aquellos que están casados con incrédulos en 1 Corintios 7:12-14: “…Si algún hermano tiene mujer que no sea creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone. Y si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone. Porque el marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el marido; pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras que ahora son santos.”
Los cristianos casados con incrédulos necesitarán orar, para que el poder del Espíritu Santo les permita profesar a Cristo y vivir a la luz de la presencia de Dios. (1 Juan 1:7). Ellos deben buscar el poder transformador de Dios para cambiar sus corazones y producir el fruto del Espíritu Santo (Gálatas 5:22-23). Una esposa cristiana está obligada a tener un corazón dócil, aún hacia su esposo incrédulo (1 Pedro 3:1), y ella necesitará permanecer junto a Dios y confiar en que Su gracia le permitirá hacerlo así.
Los cristianos no fueron hechos para vivir vidas solitarias; ellos necesitan encontrar apoyo de fuentes externas, tales como la iglesia y a través de grupos de estudio. Estar casado con un incrédulo no altera la santidad de la relación, así que debe ser la prioridad de cada cristiano, orar por su esposo o esposa, y ser un buen ejemplo, permitiendo que la luz de Cristo resplandezca como luminaria ante el mundo (Filipenses 2:15).
Esta frase “dejar y unirse” viene de Génesis. “En el principio creó Dios los cielos y la tierra.” (Génesis 1:1). Para una excitante narración de la verdadera historia de la creación, lee Génesis 1—2. “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen,... (“Nuestra” se refiere a la Santísima Trinidad – el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.) “Y creó Dios al hombre a Su imagen, a imagen de Dios lo creó: varón y hembra los creó.” (Génesis 1:26-27). “Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente.” (Génesis 2:7). Entonces Dios hizo a la mujer. La hizo de la costilla que había tomado del hombre, y la trajo ante él. “Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue formada. Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.” (Génesis 2:23-24) “Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.” (Mateo 19:6).
Dios hizo primeramente al hombre y después a la mujer. Dios Mismo la trajo ante él. Dios Mismo ordenó que se juntaran en santo matrimonio desde el principio del mundo. El dijo que los dos serían una sola carne. Esta es la figura de la intimidad marital – el acto de amor que jamás debe ocurrir sino entre ellos dos. “Unirse” significa adherirse, pegarse o juntarse con. Es la unión única de dos personas en una sola identidad y significa que no debemos renunciar cuando las cosas no van bien. Esto incluye hablar las cosas, orar por ellas, ser paciente mientras confías en que Dios trabaja en los corazones de los dos, estando dispuesto a admitir cuando estés equivocado y pedir perdón, permaneciendo con tu esposo(a) cuando todo lo demás parezca salir mal, y buscando regularmente el consejo de Dios en Su Palabra.
“Pero a los que están unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el Señor: Que la mujer no se separe del marido; y si se separa, quédese sin casar, o reconcíliese con su marido; y que el marido no abandone a su mujer. Y a los demás yo digo, no el Señor; Si algún hermano tiene mujer que no sea creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone. Y si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone.” (1 Corintios 7:10-13). La voluntad de Dios para el hombre y la mujer es dejar y unirse “hasta que la muerte los separe.” “Jehová Dios de Israel ha dicho que Él aborrece el repudio...” (Malaquías 2:16).
El “dejar y unirse” en el lazo matrimonial es también una ilustración de la unión que Dios quiere que tengamos con Él. “En pos de Jehová vuestro Dios andaréis; a Él temeréis, guardaréis Sus mandamientos y escucharéis Su voz, a Él serviréis y a Él seguiréis.” (Deuteronomio 13:4). Significa que debemos dejar a todos los demás dioses, en cualquiera de las formas que hayan adoptado, y unirnos solo a Él como nuestro Dios. Nos unimos a Él cuando leemos Su Palabra y nos sometemos a Su autoridad sobre nosotros, y a través de la oración de fe. Entonces, mientras lo seguimos de cerca, encontramos que Su instrucción de dejar padre y madre, para unirnos al esposo(a), es con el fin de descubrir el compromiso y la seguridad, como El lo ideó. Deja atrás la opción del divorcio, el cual nunca es una solución, sino más bien un intercambio por problemas aún más complejos. Dios toma nuestros votos matrimoniales muy seriamente. Así que, dejar y unirse, es el plan de Dios para aquellos que se casan y cuando seguimos el plan de Dios, jamás salimos decepcionados.
(1) Dios sólo considera a una pareja como un matrimonio, cuando están legalmente casados. El soporte escritural usualmente otorgado a esta opinión está en los versos que aconsejan sujeción al gobierno (Romanos 13:1-7; 1 Pedro 2:17). El argumento es que si el gobierno requiere que cierto “papeleo” sea realizado antes de que un matrimonio sea reconocido como tal, la pareja debe someterse al gobierno, en tanto los requerimientos sean razonables y no contradigan la Palabra de Dios. Romanos 13:1-2 nos dice: “Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos”. Aquí vemos que el someterse a las autoridades gubernamentales que requieren una licencia, es un mandato bíblico.
Hay alguna inconsistencia y problemas potenciales con esta opinión. Primero, hubo matrimonios antes que cualquier gobierno fuera organizado. Por miles de años, la gente se casó sin cosas tales como una licencia matrimonial. Segundo, aún hoy, hay algunos países que no tienen un reconocimiento gubernamental del matrimonio y/o requerimientos legales para el mismo. Tercero, hay algunos gobiernos que establecen requerimientos anti-bíblicos sobre el matrimonio, antes de que éste sea legalmente reconocido. Por ejemplo, hay países donde se requiere que una boda sea realizada en una Iglesia Católica, de acuerdo a las enseñanzas católicas, y celebrada por un sacerdote católico. Obviamente para aquellos que tienen serios desacuerdos con la Iglesia Católica, incluyendo la creencia sacramental católica del matrimonio, resultaría anti-bíblico someterse al casamiento en la Iglesia Católica.
(2) Una pareja está casada a los ojos de Dios, cuando ha cumplido con cierta clase de ceremonia matrimonial. Similarmente a la manera en que en muchas culturas un padre da a su hija en matrimonio, algunos intérpretes lo entienden como si Dios trajera a Eva ante Adán (Génesis 2:22) del mismo modo como Dios ofició la primera “ceremonia” matrimonial. En Juan capítulo 2, vemos que Jesús asistió a una ceremonia matrimonial. Jesús no hubiera asistido a tal evento si Él no aprobara lo que en el ocurría. El hecho de que Jesús asistiera a una ceremonia nupcial, de ninguna manera indica que Dios requiera de una ceremonia matrimonial, sino que más bien indica que una ceremonia matrimonial es aceptable a los ojos de Dios. Casi todas las culturas en la historia de la humanidad han tenido alguna clase de ceremonia matrimonial formal. A través de la historia del mundo, y casi en todas las principales civilizaciones de la humanidad, algo tiene lugar, cosas tales como un evento, acción, pacto o proclamación, que es culturalmente reconocido para declarar que un hombre y una mujer están casados.
(3) Dios considera que una pareja está casada al momento en que el matrimonio es consumado en la relación sexual. Algunos argumentan que si cualquier hombre y una mujer tienen sexo, Dios considera que los dos están casados. Tal opinión carece de bases bíblicas. Las bases para este argumento es el hecho de que la relación sexual entre esposo y esposa es el máximo cumplimiento del principio de “una sola carne” (Génesis 2:24; Mateo 19:5; Efesios 5:31). En este sentido, la relación sexual es el “sello” final de un pacto matrimonial. Sin embargo, si una pareja está legal y ceremonialmente casada, pero por alguna razón es incapaz de comprometerse en una relación sexual, eso no significa que no se les considere como casados.
No es bíblico declarar que una pareja que ha tenido relaciones sexuales, pero que no ha observado ninguno de los otros aspectos del pacto matrimonial, esté casada. Escrituras tales como 1 Corintios 7:2, indican que el sexo antes del matrimonio es inmoral. Si la relación sexual se tomara como el matrimonio de una pareja, ésta no podría ser considerada inmoral, puesto que la pareja estaría considerada como casada al momento en que se involucró en una relación sexual. No hay absolutamente ninguna base bíblica para que una pareja que tenga sexo sin estar casada, pueda declararse a sí misma como casada, y por lo tanto declarar que sus relaciones sexuales sean morales y honren a Dios.
Así que, ¿que constituye un matrimonio a los ojos de Dios? Parecería que los siguientes principios deberán seguirse. (1) En tanto que los requerimientos sean razonables y no sean contrarios a la Biblia, una pareja deberá buscar cualquiera que sea el reconocimiento gubernamental que esté en vigor. (2) Una pareja deberá seguir cualquiera de las prácticas culturales y familiares empleadas típicamente para reconocer a una pareja como “oficialmente casada” (3) Si es posible, una pareja deberá consumar el matrimonio, cumpliendo el aspecto físico del principio de “una sola carne”.
¿Qué sucede si uno o más de estos principios no son cumplidos? ¿Se puede considerar aun así a una pareja como casada a los ojos de Dios? A última instancia, eso es entre la pareja y Dios. Dios conoce nuestros corazones (1 Juan 3:20). Dios conoce la diferencia entre un verdadero pacto matrimonial y un intento de explicar, o justificar la inmoralidad sexual.
El término “una sola carne” viene del libro de Génesis en la narración de la creación de Eva: “Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Dijo entonces Adán: esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada. Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.” (Génesis 2:21-24).
El término “una sola carne” significa que así como nuestros cuerpos son un todo, y no pueden ser divididos en pedazos y aún así seguir siendo una unidad, de la misma manera Dios decidió que sucediera con la relación matrimonial. Ya no son más dos entidades (dos individuos), sino que ahora son una sola entidad (una pareja casada). Hay un número de aspectos en esta nueva unión.
En términos de la duración de su unión, Jesús establece que siempre ha sido el propósito de Dios que una pareja casada permanezca unida hasta que la muerte los separe (Mateo 19:6). Cuando ocurre el divorcio, contrario al plan de Dios, ya no tienes dos “todos”, sino más bien dos mitades que han sido cortadas y separadas. En lo concerniente a las relaciones emocionales, la nueva unidad tiene prioridad sobre todas las relaciones previas y futuras (Génesis 2:24a). Algunas parejas de casados continúan concediéndole un mayor peso a los lazos que los unen con sus padres, que con su nuevo cónyuge. Esta es una receta para el desastre en un matrimonio y es una perversión al propósito original de Dios de “dejar y unirse.” Un problema similar puede surgir, cuando uno de los cónyuges comienza a inclinarse más por satisfacer las necesidades emocionales de un hijo que las de su esposo(a).
Emocionalmente, espiritualmente, intelectualmente, financieramente y en cualquier otro aspecto, la pareja debe convertirse en uno. Así como una parte del cuerpo cuida de las otras partes del organismo (el estómago digiere la comida para el cuerpo, el cerebro dirige al cuerpo por el bien del ser, las manos trabajan para el beneficio del cuerpo, etc.) igualmente en el matrimonio, cada cónyuge debe cuidar del otro. Cada cónyuge ya no debe ver el dinero ganado como “mi” dinero, sino como “nuestro” dinero. Efesios 5:22-23 y Proverbios 31:10-31, nos dan la aplicación de esta “unidad” en el papel del esposo y la esposa respectivamente.
Físicamente: Ellos se convierten en una carne y el resultado de esa sola carne se encontrará en los hijos que produce su unión. Ahora estos hijos poseerán una composición genética, como resultado de la unión. Y aún en el aspecto sexual de su relación, ellos no deben considerar sus cuerpos como propios, sino pertenecientes a su cónyuge (1 Corintios 7:3-5). Tampoco se enfocarán en su propio placer, sino más bien en proporcionar placer a su esposo(a).
La unidad y esta búsqueda del beneficio del otro no son automáticas, especialmente después de que la raza humana cayó en pecado. En Génesis 2:24, le es dicho al hombre que se “una” a su mujer. Esta palabra abarca dos ideas. Una es estar “pegado” a su esposa, una ilustración de qué tan ajustado debe ser el lazo matrimonial. El otro aspecto es “dedicarse diligentemente a ver por” la esposa. Este “dedicarse diligentemente a ver por” es llevarlo más allá del noviazgo que conduce a la boda y continuarlo a través del matrimonio. La tendencia carnal es hacer “lo que me hace sentir bien” en vez de considerar lo que beneficiará al esposo(a). Y este egocentrismo es la rutina en la que comúnmente caen los matrimonios, “una vez terminada la luna de miel.” En vez de que cada cónyuge piense en la manera en que sus necesidades no han sido satisfechas, debe permanecer concentrado en suplir las necesidades de su esposo(a).
Pero, aunque pueda resultar tan agradable que dos personas que vivan juntas, satisfagan las necesidades de uno al otro, Dios tiene un llamado más elevado para el matrimonio. Aún cuando ellos pudieron haber estado sirviendo a Cristo con sus vidas antes del matrimonio (Romanos 12:1-2), ahora deben servir juntos a Cristo, como una unidad, y criar a sus hijos para servir a Dios (1 Corintios 7:29-34; Malaquías 2:15; Efesios 6:4). Priscila y Aquila, en Hechos 18, serían buenos ejemplos de esto. Como pareja, busquen servir juntos a Cristo y el gozo que da el Espíritu llenará su matrimonio (Gálatas 5:22-23). En el Jardín del Edén habían tres personajes (Dios, Adán, y Eva) y había gozo. Así en la actualidad, donde Dios es el centro de un matrimonio, también habrá gozo. Sin Dios, no será posible la duración de esa unidad.
La Biblia nos dice que, “Porque en la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles de Dios en el cielo” (Mateo 22:30). Esta fue la respuesta de Jesús al contestar una pregunta concerniente a una mujer quien había estado casada varias veces en su vida – ¿con quién estaría casada en el cielo (Mateo 22:23-28)? Evidentemente, no habrá tal cosa como matrimonios en el cielo. Esto no significa que un esposo y una esposa no se reconozcan en el cielo. Tampoco significa que un esposo y esposa no puedan aún tener una estrecha relación en el cielo. Lo que esto parece indicar, sin embargo, es que un esposo y una esposa ya no estarán casados en el cielo.
Más bien, parece que no habrá matrimonios en el cielo, simplemente porque no serán necesarios. Cuando Dios estableció el matrimonio, Él lo hizo para llenar ciertas necesidades. Primero, Él vio que Adán tenía necesidad de una compañía. “Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él.” (Génesis 2:18). Eva fue la solución para el problema de soledad de Adán, así como su necesidad de un “ayudante”, alguien que estuviera a su lado como su acompañante y que permaneciera a su lado de por vida. En el cielo, sin embargo, no habrá soledad, tampoco habrá ninguna necesidad de ayudantes. Estaremos rodeados por multitudes de creyentes y de ángeles (Apocalipsis 7:9), y todas nuestras necesidades serán satisfechas, incluyendo la necesidad de compañía.
Segundo, Dios creó el matrimonio como medio para la procreación y para poblar la tierra con seres humanos. Sin embargo, en el cielo no habrá población por procreación, porque en el cielo tendremos cuerpos glorificados que no serán ni masculinos ni femeninos. Aquellos que van al cielo, llegarán allá por la fe en el Señor Jesucristo. Ellos no serán creados ahí por medio de reproducción. Por lo tanto, no hay propósito para el matrimonio en el cielo, puesto que no hay procreación ni soledad.